Por Emprende con Talento (@EmprendeTalento)
¿Hasta qué punto tiene que cambiar la mentalidad de un empleado si quiere convertirse en emprendedor?
Los patrones de
pensamiento que habitualmente adoptamos son los que en gran medida deciden los
resultados que vamos a conseguir.
Además de eso, las diferentes circunstancias y situaciones
que vayamos a vivir requerirán de formas de pensar diversas, algo que debemos
tener en cuenta cuando dejamos de ser empleados por cuenta ajena y nos
convertimos en emprendedores.
1. Toma conciencia de que tú eres el
responsable de todas las decisiones, tanto de las buenas como de las malas. Los emprendedores tienen la
increíble oportunidad de crear algo a partir de cero, de un modo que va a
ser único e intransferible para cada uno. Pero eso también significa que
el emprendedor tiene que tomar grandes decisiones sobre qué debe hacerse,
cuándo y cómo. Ya no puede esperar a que las cosas sucedan, ni a que nadie
le diga qué debe hacer, ahora es él el que debe tomar la iniciativa. Los
emprendedores de éxito también se dan cuenta de que muchas oportunidades
hay que pillarlas al paso, y acaban desarrollando un sexto sentido, el de
la urgencia, que les ayuda a conseguir sus objetivos.
2. Aprende a ver las cosas de
manera simultánea tanto a corto como a largo plazo. Cuando trabajas para otros,
debes asegurarte de dejar hecho lo que hay que hacer en cada momento.
Cuando eres emprendedor, tienes que proyectar tu mente más allá, tienes
que pensar en los riesgos y en las dificultades que te esperan a la vuelta
de la esquina, y tomar decisiones basadas en la incertidumbre. Así pues,
debes asumir que lo que hagas o no hagas hoy puede tener efectos sobre tu
negocio dentro de tres meses o de cinco años.
3. La sensación de incomodidad va
a ser tu nueva ‘zona de confort’. Cuando uno es empleado, se acostumbra a pensar más
‘dentro de la caja’ que fuera de ella. Cuando es emprendedor, simplemente
no hay caja. El emprendedor ve lo que otros no ven, testea nuevas ideas,
se adentra en nuevos territorios y asume riesgos. Para ello hay que tener
valor, una piel muy dura, y la capacidad de continuar a pesar del
escepticismo y del rechazo.
4. El aprendizaje es una tarea
continua. Como
empleado, uno está encargado de determinadas tareas, que requieren unas
habilidades específicas. El emprendedor, en cambio, debe aprender muchas
habilidades nuevas, a menos que disponga del capital necesario para
externalizar las tareas que no puede o que no quiere hacer. Hoy puede ser
hacer una hoja de cálculo, mañana conseguir inversores, y al otro
desarrollar un plan de marketing, escribirte tu propio discurso o aprender
a usar una nueva tecnología. Lo que debe hacerse, tiene que hacerse, y no
hay lugar alguno para las excusas.
5. Las cifras no mienten. En lo que se refiere a los
números, la mayor parte de los empleados se conforman con saber cuánto
gasta y cuánto ingresa la empresa para la que trabajan. Como emprendedor,
más vale que le cojas cariño a las cifras, porque de tu flujo de caja va a
depender el que sigas o no en el mercado. En último término, las ventas,
gastos, beneficios y pérdidas te pueden dar alguna noche sin dormir, pero
también pueden proporcionarte un estilo de vida acomodado. Lo que sí es
indudable es que si no fuera por los números, todos los negocios se irían
por la borda.
6. Enamórate de tu negocio, pero
sé objetivo.
Los empleados pueden cubrir el expediente, aunque odien su trabajo, con el
único fin de recibir un salario. Los emprendedores tienen que enamorarse a
la fuerza de su negocio, dada la enorme dedicación que requiere. Como
emprendedor, no caigas nunca en la trampa de pensar y actuar como si fueras
un empleado dentro de tu propia compañía. Recuerda que no eres un técnico,
eres el capitán que marca el rumbo de la nave.
7. Disfruta rompiendo las reglas. Cuando un empleado rompe las
reglas, eso puede ser motivo de despido. A los emprendedores, sin embargo,
no les interesa mantener las cosas como están, ellos andan siempre ingeniándoselas
para hacer las cosas de otro modo. Es decir, buscando una perspectiva
global, mirando más allá del horizonte, o al menos hacia él, para
encontrar esa gran oportunidad que les pueda estar esperando.
8. El tiempo no es lineal. El empleado tiene horario de
trabajo. Aunque el emprendedor no tiene por qué estar atado a una mesa las
24 horas del día, lo cierto es que se ve obligado a pensar continuamente
en el trabajo, en lo que se está haciendo bien y en lo que se podría hacer
mejor. Cuando se emprende no hay descanso, uno vive y respira todo el
tiempo su propio proyecto.
9. Empieza ya. Casi todos subestimamos el
tiempo que hace falta para convertirse en emprendedor, por lo que merece
la pena comenzar a cambiar el chip cuando uno es todavía empleado,
montando por ejemplo un pequeño negocio en paralelo. Así se puede comenzar
a desarrollar habilidades y a generar experiencia, mientras se tiene
todavía la ventaja de contar con un salario.
¿Qué te parece?, ¿mejor empleado o emprendedor?, ¿ha llegado la hora de cambiar? Tú decides.
Fuente: Entrepeneur [ENG]
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